Cercedilla-Pico de Majalasna-Siete Picos

Mmm... 20 de enero ya y todavía no he subido todas las rutas de 2017, pero que ha pasado aqui!? En primer lugar decir que he estado con exámenes hasta este jueves y no he podido estar tan atento como me hubiese gustado y lo segundo que ha empezado el año bastante movidito y el ritmo de excursiones es mayor que el ritmo de redacciones pero espero poder escribir todo lo que quiero ahora que estoy de vacaciones.
Hoy os traigo una aventura semi-invernal por decirlo de alguna manera que tuvimos la oportunidad de vivir a mediados de diciembre en la tan amada sierra de Guadarrama. Desde que está puesto la temporada de invierno en el cercanías se hace bastante imposible subir hasta el puerto por lo que siempre tratamos de buscar rutas molonas saliendo desde plena base de la montaña, lo que hace que en parte se convierta una experiencia más a la vieja escuela cuando no había manera alguna de subir excepto a pata. 
Comenzamos la ruta en uno de los pueblos clave para la conexión entre Madrid y la montaña: Cercedilla. Tras intentar por si acaso si nos dejaban subir al puerto y fracasar en ello nos dirijimos directos para el mirador de los poetas. Uno de los lugares más únicos de la sierra de Guadarrama sin que quepa la menor duda aunque a veces la afluencia de gente pueden quitarle la esencia del sitio, pero en estos días de invierno en los que no se sabe muy bien cómo estará el tiempo; está muy poco concurrido y se puede disfrutar al máximo.


El mirador de los poetas, situado en torno a los 1670 metros de  altura ofrece una hermosa vista de las inmediaciones de la sierra. Aquí vinieron numerosos poetas reconocidos como Vicente Aleixandre o Antonio Machado a disfrutar del bello panorama y buscar inspiración.


Ya empezabamos a alcanzar cotas de alta montaña y pudimos gozar del espectáculo que dejó el frío intenso y la humedad debida a las nubes de estancamiento en forma de cencellada que dejó los pinos silvestres de un color genuinamente blanco.



Mi colega ya estaba disfrutando de lo que venía por delante que era ni más ni menos que los Siete picos. Las cimas estaban siendo rascadas por nubes sinuosas pero nosotros avanzábamos con la esperanza de que se diluyeran en el azul del cielo.


Al fondo se puede ver entre las nubes tímidas el monte Abantos custodiado en su base por el Monasterio del Escorial. El paso gradual del verde al blanco de los pinos le otorgaban un aspecto mágico a la sierra que jamás lo había visto hasta ese momento.




Parecía mentira pero el paso del sol a la niebla venía completamente marcada por la divisoria de aguas. Aquí se puede visualizar genial con la Peñota y la peña del Águila al fondo.


Al haber hecho mucho frío pero no haber nevado daba una sensación de que el paisaje se hubiese congelado en el tiempo a la espera de tiempos más calurosos. Ya a partir de más de 1800 metros los rastros de vida animal se van haciendo muy difíciles de ver.



No estaba en nuestros planes pero al ver que estaba ahí al lado no quedó otra que subir al Pico Majalasna, un pequeño cerro de 1934 metros de altura que sobresale de la pradera con sus imaginativas formaciones graníticas.



Ya a partir de los 2000 metros la nieve hizo fiel acto de presencia haciendo que todo lo que no fuese vertical estuviese cubierto de blanco.


Justo delante se encuentra el segundo de los siete Picos, que posee un aspecto un tanto intimidante debido a la escarcha pegada a su superficie. No obstante la cima era bastante asequible a pesar de las condiciones.



Cima del segundo pico! A esta altura las piedras han pasado a ser carne de cañón para el gélido viento cargado de humedad. Una pena no poder disfrutar de las vistas, parece que últimamente encadeno racha de mal tiempo en la montaña pero así es el invierno en la montaña.


Abrigados hasta los topes que sino se puede hacer bastante duro el vientecillo de la cime jeje...



Una vez comenzamos a bajar y nos adentramos en el bosque pudimos apreciar la hermosa estampa de los pinos blancos ante nuestros ojos. Cuesta creer que luego en verano sea completamente distinto.




La próxima presa era el Cerro ventoso que de vez en cuando asomaba  entre las nubes dejando ver el grandilocuente paisaje de la cuerda larga y el puerto de Cotos.



Una vez pasado el puerto de la fuenfría tocaba una bajada larga y de pendiente comenzando por un tramo de calzada Romana muy bien conservado. Posteriormente quedaban otros 8 km de las típicas bajadas que molan mucho al principio porque puedes ir bastante rápido pero al final acabas fundido psicologicamente hablando.


Ya llevábamos unos cuantos kilómetros bajados y de vez en cuando se asomaban claros en los que se podía avistar de donde procedíamos prácticamente en el mismo estado con el que subimos: a la izquierda el segundo pico rodeado e nubes y a la derecha el pico Majalasna completamente despejado. Así es el carácter caprichoso de las nubes de estancamiento.

Cada vez bajábamos más y la pendiente se hacía más suave hasta el punto de subir en ocasiones. Una vez pasado el Hospital de la fuenfría ya comenzamos a ver marcas del pueblo hasta al final toparnos con la estación del ferrocarril. Aquí tuvimos una anécdota un tanto curiosa (un poco deseperante cuando ocurrió jeje) en la que habíamos llegado justo cinco minutos antes de que el tren se partiese así que mi colega decidió pillarse una coca cola mientras yo me quedaba esperando al tren ya con ganas de llegar a casa y decansar. Finalmente llegó y nada más levantarnos para montarnos en el tren, hace el pitido carácterístico del cierre de puertas y nos cierra la puerta en todas nuestras narices. Mucho no hubiese pasado si fuera como el metro pero resulta que el próximo tren salía en una hora así que tocó armarse de paciencia y quedarnos esperando durante otra hora para poder llegar a nuestra casa. Al principio no me hizo ni pizca de gracia pero ahora echo la vista atrás y la verdad es que fue una situación bastante cómica.

Con esta pifia final culmino la aventura que con tantos momentos buenos he podido quedarme. Un auténtico placer ver como la sierra va disfrazándose poco a poco del velo blanco de los inviernos, aunque esto no es nada en comparación con lo que pude disfrutar en mi primera ruta del año... pero esa es una historia que merece ser contada en otra ocasión.

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