La Najarra: el día que aprendimos a renunciar

Cuando comienzas a dedicar parte de tu vida a la montaña acabas viviendo muchas historias. Historias felices, épicas, de superación o simplemente emotivas, pero hoy os hablaré de una historia de prudencia y de saber renunciar en ocasiones a nuestras metas. Para ello retroceré en el tiempo hasta el 8 de Noviembre de este mismo año a punto de finiquitar. Habíamos decidido ir un amigo y yo a hacer la cuerda larga empezando en el pueblo de Miraflores de la sierra y acabando en el puerto de Navacerrada pasando por algunos de los picos más emblemáticos de la sierra de Guadarrama. La ruta total nos salía por 27-28 km así que decidimos, para evitar pegarnos la paliza del año y descansar un poco, dormir en el refugio de la Najarra.


Todo pintaba muy bien pero había un "pequeño" inconveniente: Había mínimas de 7 grados bajo cero en el puerto de Navacerrada y 14 grados bajo cero en la cima del Peñalara. Si bien no íbamos a llegar a la altura del Peñalara los 10 grados bajo cero no nos lo quitaba nadie así que nos pusimos todas las capas posibles para afrontar el invierno que parecía haber llegado de golpe.

Nada más llegar al pueblo pudimos comprobar con nuestras propias carnes la ola de frío pero estábamos preparados para todo... o al menos eso pensábamos. Salimos a eso de las 5 del pueblo y pillamos la ruta del kilómetro vertical, que si bien tiene mucha más pendiente era la alternativa más recta. Poco a poco se fue oscureciendo lo cual no nos impresionó  en absoluto debido a la corta duración de los días. El viento avecinaba cambios y las nubes daban idea de lo que podía venir. Tras meternos en el denso pinar, momento en el que ya sacamos los frontales y comenzó la subida de verdad, comenzaron a caer unos pocos  copos de nieve. Nosotros que no nos lo esperábamos para nada nos quedamos alucinados y se nos iluminó una gran sonrisa debido a la sorpresa. No obstante cada vez nevaba más y empezó a cuajar. Era un momento inédito: la primera nevada de la temporada y nosotros de noche subiendo a la Najarra.






Si sois un poco experimentados sabréis que había un problema, y es que si la visibilidad de noche ya es mala le añades una nevada y rachas de viento acabas teniendo un panorama en el que sólo ves lo que hay a cinco metros delante tuya. Todo eso unido a que la senda apenas tenía señalización y que la nieve había disipado todo tipo de huella del sendero hizo que tomáramos la prudente decisión de darnos la vuelta. Estaba claro que ese no era el día y que ya habrá otros momentos de hacer la cuerda larga, posiblemente cuando ya esté nevada del todo. La vuelta se hizo tediosa pero no demasiado difícil, con la curiosidad de que veíamos puntos brillantes en la lejanía parecidos a luciérnagas pero que no era otra cosa que los ojos de las cabras reflejados en la luz de los frontales. Para las 9:30 ya estábamos de vuelta en el pueblo y esperando al bus charlando de la pedazo de aventura que acabamos de vivir, que a pesar de no haber cumplido con lo que pensábamos ha merecido la pena. Y es que a veces nos olvidamos de lo importante que es el trayecto y en estas ocasiones es cuando de verdad se aprende en la montaña.







El plato de lentejas que no falte jejeje

Espero que os haya gustado esta gran experiencia vivida. ¿Vosotros habéis tenido que pasar alguna vez por un momento así? No dudes de compartir tu historia con los demás! Un saludo a todos y nos vemos en la próxima ;)


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